domingo, 14 de noviembre de 2010

Asuntos privados en baños públicos


María del Pilar
El mejor sexo de mi vida lo tuve en el baño de una estación de trenes.
Cuando escuché la oferta me pareció un delirio, pero después los ratones pudieron más y terminé en un habitáculo de 2 metros cuadrados. Con la adrenalina a flor de piel, las risas cómplices por lo bajo, los besos rápidos y lo que viene después. Una experiencia única, altamente recomendable.
En ese momento te olvidás de las paredes escritas con declaraciones de amor, el agua que corre por todo el piso y de que antes que uno pasaron cientos de personas por el lugar donde vos ahora estás totalmente desojada de ropa y de prejuicios.
Cuando todo termina, te vestís a años luz, tratás de acomodarte el pelo lo más decente posible y espiás por la hendija de la puerta para confirmar que no haya nadie.
Salimos sin disimulo de ese baño que por poco más de media hora dejó de ser público para convertirse en el lugar más íntimo del mundo.


María Guadalupe
Mi maridito dice que soy delicada. El olor a pata me resulta insoportable. Encontrar un pelo en la comida es como ver una cucaracha. La bombilla del mate cuando pasa por bocas desconocidas me da cosita. Cada vez que junto la caca de mi perro arrugo la cara con exageración. Y la vez que un nene vomitó en el colectivo, yo me bajé en la parada siguiente de las nauseas que me causó ver la cochinada.
Obvio que con este grado de histeria ir a un baño público es lo peor que me puede pasar. Claro que los visité sólo en ocasiones de desesperación. Recuerdo el día que viajamos casi doce horas corridas rumbo a Jujuy. Salíamos de vacaciones. Decidí ir al baño de una estación de servicio porque temía que sino explotaría mi vejiga.
Al entrar abrí la puerta y traté de aguantar el aire. No pude. Después de revisar todo el lugar elegí meterme en el más limpio. O el menos sucio, según el punto de vista. Si algo me revienta es que las mujeres dejen así, tan a la vista, las toallitas femeninas. Me saca. Hacer pis cuando una le tiene idea al inodoro es deprimente. Hay que tener un equilibrio de circo para no caerse, no tocar los bordes, no mearse encima.
Al momento que solté las primeras gotitas pensé que estaba mojando el jeans. Me quise acomodar. El piso estaba mojado. Resbaloso. La mano no libre no encontró lugar donde afirmarse. La puntería se me fue al diablo.
Terminé desparramada en el piso, con los calzones por la rodilla, meada, y abrazada al inodoro inmundo como si fuera un salvavidas.


María Julia
Los baños públicos han servido en mi vida para muchas cosas; desde un rapidito, hasta el lugar perfecto para contar confesiones a alguna amiga. Sin embargo los detesto y no debe haber en el mundo un lugar al que aborrezca tanto ir cuando mi cuerpo ya no aguanta. Pero sobre todo maldigo los baños de los boliches.
Es que no hay peor cosa que la mugre generada por el alcohol consumido; y me ha pasado el de no estar en las condiciones optimas para hacer la pirueta del cuatro con las piernas; y por ende esforzarme sobrenaturalmente para hacer pis en cuclillas y no ensuciarme con nada.
Pero lo que más detesto y lo he visto en varias amigas; es ese capricho por tomar de más y después lanzar (literalmente) un rosario de bebidas.
Y aunque así no fuera, aunque el baño público de un boliche tuviera olor a rosas, me seguiría desagradando.
¿Será una especie de fobia?


María Albertina
Mi vejiga es como yo, tiene pocas pulgas. Una, dos y ya está; otra vez tengo que ir al baño. En el primer viaje que hicimos cuando mi novio se compró el autito nuevo, pensé que iba a terminar tirada en la banquina. Y es que a los 800 kilómetros ya lo había hecho parar en tres estaciones de servicio. El pobre descubrió ahí, que un viaje conmigo es peor que con un nene de seis años que se la pasa cuánto falta, cuándo llegamos, cuánto falta.
Que si son baños públicos, me importa un comino, en la facultad, antes que el título, conseguí un master en como mear parada y no mojarse en el intento. Y ni les digo de la veces que me tocó usar baños totalmente insalubres en algún congreso ecologista hecho de rompe y raje en un lugar poco apto, ahí aprendí a respirar lo justo y necesario para oler lo menos posible.
La intolerancia de mi vejiga, es el tema preferido de papá cuando habla de las vacaciones. El chiste eterno de mis hermanas. El peor de mis karmas.


María Carolina
Soy de las que resisten hasta el final. Concentro todo mi esfuerzo en soportar lo máximo posible hasta evitar ir a un baño público. Bar, restaurant, o lo que la ocasión social amerite: los baños son todos iguales, pertenecientes a un universo paralelo al que habitamos. ¡Se podría escribir un libro!
Los hay limpios a más no poder, muñidos de fragancias exquisitas, desbordando de buen gusto en la decoración. En el otro extremo, se ubican los que apenas tiene puerta y, en caso que las tengan, no funcionan las cerraduras. No siempre tienen papel, que corra agua por ese inodoro es cuestión de suerte y los papeles adornan el piso, convirtiendo todo en un ambiente poco recomendable.
En otra sección, aparecen los que improvisan un baño en cualquier rincón. Pintados, limpios, decorados: son habitables, pero ese no es el punto. ¿Cómo reconocerlo? Metida ahí, una tiene la horrible sensación de que esa pared (por llamar de alguna forma al divisorio que nos separa de la cocina) caerá en cualquier momento. Mientras eso no suceda, podremos seguir escuchando la conversación al otro lado… como si el resto de las personas, estuviesen ahí, conmigo, compartiendo el habitáculo.
Eso sí. Yo resisto, resisto, pero cuando tengo que hacer uso siempre recuerdo la frase de mamá: JAMÁS sentarse en el inodoro de un baño público.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que tema!!! es algo que nunca entendí el porqué la gente hace en un baño público lo que no hace un su casa.. porque siempre hay una persona que tira el primer papel afuera, o no lo deja en las mismas condiciones en que lo encontró, y de ahi en mas, ya nadie cuida...para que si ya esta sucio! y es un horror!
en mis epocas de facultad, no habia baño decente en buenos aires, y si tenia una o dos horas entre clase y clase, me iba caminando hasta florida, donde estaba Harrods y el baño estaba impecable...
Para un rapidito, no me dio nunca... y creo que tampoco me daría... jaaaa cada uno hace los rapididos a su manera!
Hoy, los shoppings, casi siempre nos salvan... aunque no todos...pero ahi siempre se zafa.

un beso

M. Albertina dijo...

Creo que recurrir a un baño público sigue siendo un caso de "necesidad y urgencia" para el que se ve obligado, nunca puede resultar grato!!!!

Gracias por tus comentarios!!

Anónimo dijo...

Realmente el tema de los baños públicos es tema de un libro... o de una investigación sociológica. Las mujeres nos convertimos en las mejores malabaritas allí.

Julieta

yanina dijo...

El baño suele convertirse en un importante lugar de sociabilización y solidaridad. Quién no le sostuvo la puerta a alguna completa extraña?,o consoló a otra, amiga o desconocida, con el corazón roto... ?, allí nos hacemos complices, se siente algo de pertenencia..

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