domingo, 17 de octubre de 2010

Entre patear el tablero o amoldarse a la rutina


María Julia
Un día cualquiera decidí salir, y dejar atrás todo lo que me hacía mal. Dejé de lado las sonrisas de compromiso, y el sufrimiento que me causaba verlo con alguien; decidí terminar algo que él ya había terminado hace tiempo.
Empezar de nuevo, sanar mi corazón, amar como si nunca me hubieran herido. Así descubrí el placer del amor sin compromisos, de los halagos verdaderos, de la ternura de una caricia.
Y aunque el corazón como cualquier otro músculo, nunca sana del todo. Un día cualquiera también me gustaría comprometerme en serio, dar el paso que tanto temo, ser entera para alguien, como si nunca hubiera sufrido, como si nunca me hubieran herido.


María Albertina
Un día cualquiera me va a conocer. No va a haber diablo que la salve. Cueste lo que cueste voy a hacerle entender a mi queridísima vecina que el planeta no va a morir con ella y que cuidarlo es obligatorio, no opcional. Y es que si la vuelvo a pescar llevándose mi basura para quemarla en el parquecito de la vuelta, voy a tomar medidas extremas. Ya lo pensé. Lo tengo todo planeado. La próxima vez que la pirómana ésa empiece con el humito negro que condensa los desechos inorgánicos de todos los vecinos, va a saber quien soy. Una guerra de carteles le voy a hacer. Sí, así como escuchan. Voy a mostrarle al resto de la cuadra que la doña no sólo roba desperdicios ajenos sino que además no tiene respeto por la vida de otros.
El primer pasacalle va a decir con letras enormes “Votemos por Doña Rosa, la más limpia del vecindario” y abajo, un poco más chico, “Ella sueña con matarnos pero no quiere ir a la cárcel, así que lo hace despacio, quemando tu basura y la mía, promoviendo el cáncer de la región”.
Y que alguien venga a pelearme nomás.


María Carolina
Atravesada. Ese es el término que mejor me sienta hoy. Así me levanté: cruzada con la vida, despistada, confundida, caminando en contramano todo el día.
A las 6:25 sonó el despertador, tal cual la rutina laboral me tiene acostumbrada. Lo apagué, me levanté y empecé a buscar qué ropa usar. El estilo “cebolla” de estos días me está volviendo loca: musculosa para el mediodía, campera para la mañana temprano. Pashmina al hombro, anteojos de sol, paraguas porque el agua está amagando. Mi bolso a punto de explotar. En la parada del colectivo, la cola para ascender superaba la decena de personas. Cuando bajé en la esquina de mi trabajo, el panorama era más o menos el mismo.
Mi oficina fue un caos: el tablero de ajedrez puso a sus piezas en juego la mayor parte del día.
Luego de la jornada laboral, el mundo se redujo a encontrarme de nuevo con la comodidad de mis ojotas y mis joggigns estirados. Antes de eso, me esperaba pasar por la provista en el súper de la vuelta: éramos varios los que habíamos tenido la misma idea. El supermercado desbordaba, la cola para llegar a la caja era lo más parecido a la eternidad.
Al final, llegué a casa: allí me esperaba, tras pasar la puerta, una infinidad de facturas de cuentas por pagar. ¡Lindo modo de esperar a una, cualquier día, a cualquier hora!


María del Pilar
La mañana ideal arranca con una barrita de cereal y una buena taza de té verde. No admito otra opción más sana y light, aunque cuando mastico pienso en las medialunas recién horneadas de la panadería de la esquina. No voy a caer en la tentación, no.
Tratando de eliminar pensamientos oscuros, corresponde hacer más de 5 kilómetros de bicicleta fija y varios abdominales endurecedores. Al finalizar y para poner la mente en blanco, una sesión de yoga es lo ideal.
Rejuvenecida casi un cuarto de siglo, con la conciencia tranquila de haber ingerido la cantidad indicada de calorías, el cuerpo transpirado pero trabajado y el alma en paz, no hay alternativas más que salir a relucir la armonía que logramos. Ropa casual nada casual, un par de anteojos y un auto con vidrios polarizados es todo lo que necesitamos para despertar la envidia de las pobres vecinas que se quedan barriendo la vereda en pantuflas. “Chau chicas, nos vemos a la noche”…piensa mi mente perversa, mientras esbozo una falsa sonrisita.
El día sigue con visitas a amigas, recorrida por los outlets, actividades con Huerto y la tradicional caminata con las del country, para despuntar el arte de la crítica. No debe faltar un vaso de vino después de cenar, un cigarrillo para fumar despacio, y el balance de la jornada que se nos va. Siempre con optimismo, sino…de qué sirve el martirio de la barrita de cereal a la mañana.


María Guadalupe
Un día no puede ser como cualquier día. Un día es un día. Es único. Y tiene que valer la pena. A veces el sol lo vuelve maravilloso. Una charla con una amiga. La cobija que te tapa hasta las orejas si hace frío. El mensajito de texto que llegó inesperadamente. Buenas noticias. O una canción desafinada en la ducha.
Pero cuando el día se va como si nunca hubiera llegado, es un día cualquiera. Sin emoción. Nada para recordar. Ni una pizquita de pimienta y sal. Veinticuatros horas que te pasan por al lado. Es ver la vida que pasa a través de una ventana.
Yo los sumo: son mis días para tachar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

M. Julia:"El placer del amor sin compromisos", me gusta porque en este momento me siento un tanto identificada.
M. Albertina: Mis votos para ese pasacalle!
M. Carolina: El súper de la vuelta en el horario "after office" te mata con las terriblesss colasss. Lo solucioné con no más súper a esa hora.
M. del Pilar: Excelente lo tuyo. Me encanta. Y si hay críticas, vos cero problemas y seguí en la tuya.
M. Guadalupe: Uy! Utilizo la misma frase:"La vida que pasa a través de una ventana" y "Un día que se va es un día que no vuelve". Me raya, y me dan ganas de hacer de todo para no sentir que se me caen los días del almanaque.

besos para todas!

lady baires

Ana dijo...

Entre patear el tablero, o amoldarse a la rutina...yo diría que el dia llega, indefectiblemente, que uno hace las dos cosas, cada uno en su momento...cuando la rutina nos supera. Sea dejar una relación que no va mas, el gimnasio por obligación, ser "polite" con la vecina guacha, o tener un dia que mejor bajarlo del calendario... ahi, no queda otra, aunque sea por un tiempo. Y ahi, empieza otra etapa, quizas otra rutina.
un beso

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