domingo, 14 de marzo de 2010

La madre que me parió

María Guadalupe
No quiero hablar de ella. Porque no. Y bueno, cada uno hace lo que puede. Ves, esa es una frase de mi madre. Es inevitable: aunque haga el esfuerzo de ni siquiera nombrarla está en todos lados. Es como este lunar que tengo en la pera y que siempre me mira desde el espejo.
No quiero, preguntame otra cosa. Es que ya se me hace este nudito acá en la garganta. Qué como es ella. Y qué se yo, así de simple como parece. No oculta nada. Esa debe ser su peor desgracia.
Mamá tiene los cachetes siempre brillosos porque la piel tira de gorda y cuando se ríe se le hacen los pocitos. Siempre tuvo el pelo corto, como una directora de escuela, bueno algún día quizás lo sea porque es maestra. Chapada a la antigua, qué te voy a decir. Polleras bajo la rodilla, tres vírgenes colgándole del cuello y la Biblia en la mesita de luz.
Eso. Sí eso no más. No quiero hablar más. Qué querés que te diga. Más buena que el agua. Una santa para los vecinos. Una tipa que pone la moral como si fueran los platos sobre la mesa. O habla de los diez mandamientos como si los llevara en la cartera. No es de las que dicen te quiero, pero te despierta con un mate: casi lo mismo. Eso. Nadie se atrevería a decir algo feo de ella. Sacrilegio.
Y porqué me mirás así. Crees que yo tengo algo feo para decir. No.
Bueno sí.
Sabes que sí...
Yo no quisiera ser como ella: tan buena, tan educada, tan correcta, con dios siempre tan en la punta de la lengua. Porque después la vida te escupe en la cara y mi hermana hubiera necesitado que alguien le explique lo que era un forro para no quedar embarazada a los 16 años.
¡Cristo! ¡Basta! No quiero ni siquiera decir esto. Si no fueras mi psicóloga, me dejaría crucificar antes de que mi madre sepa que hablo así de ella.

María Carolina

Mamá es una mina buena. Laburadora, abnegada, la mujer con el clásico pensamiento de que todas encontraremos al marido ideal. Siempre soñó con que sus tres hijas se casen y le den nietos así ella, una vez jubilada, podría disfrutar gustosa de hacer todo lo que no hizo con nosotras. Sólo que, además de mis hermanas, nací yo. Y ahí sus planes de abuela orgullosa quedaron en ascuas.
Cada vez que pueden, sus amigas me largan un “sos tan parecida a Celia” que me deja pensando qué intención esconderá. Empiezo a convencerme que la comparación sólo intenta remarcar en mí algunas pautas, como deseando encorsetarme mediante un hilado fino, cada vez que tomo alguna decisión que me aleja de los cánones familiares.
No pasa un día sin que mamá me hable sobre algún ex novio o la posibilidad de un “candidato” nuevo. Yo, la única impar en un mundo que parece diseñado para dos, sólo la escucho. De vez en cuando, mi mirada le tira algún mensaje en código. Hasta que achico los ojos, casi sin verla, y arqueo las cejas: la señal para que se calle.
Mamá me ama. Pero no entiende como, si toda mi franja etaria tiene planes de a dos, yo no puedo llamar a alguno que me dejó por otra, ni pienso en acercarme a mi nuevo vecino que juega a la play los lunes hasta las 3 de la mañana. Menos aún, salir al boliche de moda en los que sólo rondan hombres que, a esta altura, casi podrían ser sus nietos.


María Julia

Sentí de golpe, varias miradas en mi nuca. Pero no quise mirar, ya lo sabía; seguramente todos alrededor estarían mirándonos a mí y a mi mamá. Siempre pasaba y a veces hasta parecía que lo hacía adrede, cada vez que estábamos en algún lugar público ella agregaba en su vocabulario todas esas palabras que las madres prohíben a sus hijos repetir. Obviamente éstas no iban sueltas, sino que acompañaban a todo un discurso de la mala situación en la que vive el país, de los gobernantes y de las últimas noticias que aparecían en los medios.
Mientras tanto, yo intentaba ocultarme: esta vez me pareció que la solución era soltarme el pelo, agachar la cabeza y morder la cadenita con mi inicial.
Pero la historia siempre se repetía con distinto final; por que así es ella, desinhibida como ninguna, segura de que cuando habla sólo dice lo que todos piensan. Y así es mi relación con ella: una pelea constante por no ser esa hija que quiere casarse y hacerla abuela, por ser (según ella) muy intolerante con los novios que he tenido, por creerme que las mujeres podemos vivir sin tener cerca a un hombre. “Mirá qué hubiera sido de mí sin tu padre”, me dice siempre mientras me mira con dulzura y un poco de resignación.
Así somos, miramos el mundo con distintos ojos y pensamos que en nada nos parecemos, pero cuando las disputas terminan nos miramos nosotras, ahí comprendemos lo que es el verdadero amor.


María del Pilar

Nuestra relación, que no era de las mejores, siempre estuvo marcada por los aromas.
Ella cuenta que cuando estaba embarazada salía a caminar a la tardecita, le gustaba el olor de la tierra húmeda y el viento que se escapaba entre las hojas de la alameda.
El día que nací llovía muchísimo, y por la ventana del sanatorio entraba ese aroma tan particular que nos identifica hasta ahora. La tierra mojada significa el inicio de la vida….
Para mis 15 años me regaló cien calas de colores. Yo desperté y estaban desparramadas por todo el dormitorio. Después las dejamos secar, las pisamos e hicimos esencias para la casa. Las flores son la felicidad….
Cuando le conté sobre mi primera vez preparó café molido. Nos sentamos en la hamaca del patio y mientras mi voz entrecortada narraba lo que había pasado con ese chico, ella tomaba el café e inspiraba profundo, sin poder creer que su nena había crecido. El café es la maduración….
Y si a alguien le debo mi amor por Gucci es a ella. Nunca me dejaba salir de casa sin las dos gotitas obligatorias del mejor perfume que se pudo inventar. Teníamos uno en cada armario, uno dentro de la guantera del auto y uno escondido de repuesto. Era pecado quedarnos sin nuestra botellita de 50cc.
Eso es el buen gusto, lo que nunca nos faltó ni a mamá ni a mí.


María Albertina

Una quimera, o un árbol enano. Así me sentí siempre. La dueña, en carne y pelos, de un cuerpo que seguro fue impostado, porque sino quién me explica el tiempo y la fuerza de voluntad que precisé para conocerlo, adaptarlo, manipularlo. Igualita a tu mamá, decían esos que opinan aunque nadie les pregunte.
Cuando me daba cuenta quería gritar, romper el espejo, razonar que no. Yo era una mujer de fin de siglo, tozuda y desfachatada, el pichón de mochilera que, con los años, asombraría a la familia; mientras que mi madre era la administradora de lo nimio, abocada a lo irrelevante, sin posibilidad de opinar, con miedo a enfrentar a esas hijas tan diferentes.
Durante mucho tiempo, la sentí ajena. Renegué de su burbuja protectora y me fui, atormentada por el impulso adolescente de querer cambiar el mundo. Saboreé una libertad amarga, que a decir verdad siempre había tenido, y entonces comprendí. Fue cuando lo cotidiano se volvió una carga, una burla ante la que me sentí impotente. En mi deferencia, no deje que mi madre me enseñara a lidiar con esos embrollos diarios que complican los sueños que algún día supimos conseguir.
Así que volví, dispuesta a escucharla. Ella entendió y, sin preguntar, comenzó a explicarme los cómo y el porqué de las rutinas obligadas.

8 comentarios:

Maximiliano Galin dijo...

Las Marías, a sufrirlas, a tomar los distinto y animarse a cambiar.

Te invito a recorrer mi blog no neurótico, y nos segumos.

Besos!

Anónimo dijo...

Que interesante esto de tantas Marías...
te sigo leyendo
un beso

Isabel dijo...

Acepto su invitación de pasearme por este rincón. Enhorabuena por el nacimiento de este blog.
Abrazos fuertes

Blonda dijo...

Bueno, acepte tu visita y vine, asi que me quedo dando vueltas pro acá para ver como sigue.

Bienvnidas a todas las Marias.

besos

Andrea Ruiz dijo...

Te felicito...Pero falta María Rosa, mi mamá. Buena como pocas, luchadora incansable, mi madre... mi amiga.Y aunque ya no esté conmigo, es otra María que me vale la pena recordar. Te vuelvo a felicitar...

Otras Marías dijo...

Gracias por sus cálidas bienvenidas!
Andrea, qué decirte de tus palabras de mamá María Rosa. Hermoso recordarla y traerla acá. Gracias!
Besos de las cinco.
María Carolina

Anónimo dijo...

Hay tanta variedad de madres como de marias? o sólo cada maría ve distintas facetas de una gran profesión(?), la de ser madre.

Otras marias dijo...

Uh, que pregunta dificil, yo creo que no hay tipos o estilos de madres, sino lo mejor que cada mujere puede dar. Siempre centrado en aquello que considera lo mejor, lo correcto, para su hijo/a.
Claro que también, está el punto de vista del hijo/a sobre su propia madre.
Creo que acá, como decis, hay "facetas distintas", desde el punto de vista de cada una de las Marías, sobre su propia madre.
M. Albertina.

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