viernes, 5 de marzo de 2010

Mi ex

María Carolina
Cuando una relación no da para más, creo que hay poner el cartelito de “the end” con letras de molde y redirigir la mirada hacia otro ángulo de la vida. Siempre lo dije y lo creí una opción inteligente. Pero con Gonzalo me dolió.
Gonza era un dulce. Cuando tenía ganas, si; pero lo era. Tampoco se puede ser un dulce las 24 horas de los 30 días del mes. No lo justifico, pero soy conciente de que el hombre perfecto no existe.
Mis hermanas lo consideraban el tipo ideal para mí. Yo, que amaba a Gonza, no me cansaba de explicarles que las relaciones son muy complejas y no se trata de combinaciones exactas de piezas. No era como jugar a los rastis o al dominó.
Durante los cinco años que duró nuestra relación, tuvimos un noviazgo sin peleas existenciales, con proyectos reales que se iban modificando según la coyuntura, y con una enorme pasión puesta en todas las cosas que hacíamos juntos. Si, si: en todas.
Así y todo, llegó un momento en que lo nuestro se fue por la borda. No viene a cuento el porqué, pero fueron varios meses que naufragamos, a los tumbos, como Tom Hanks en la balsa de madera. Sin rumbo seguro, como quien va a algún lado, pero sin conocer el puerto al que arribará. En medio de esa incertidumbre de no saber qué necesitábamos, me dejó.
Y ahí, con un telón negro de fondo y letras enormes color cielo, lo vi alejarse por un camino diferente al mío.

María del Pilar

Si en una clase escolar, la profesora pediría la línea histórica de mis últimos 15 años de vida, se vería una perfecta curva deprimente. Depresiva. Horrorosa. La línea se desdibuja para dar paso al declive, y a la lucha intensa por volver a una vida normal, recta.
Hay alguien que, cual arquitecto ideal, se empecinó en diseñar mi ruina. Construyó cada uno de mis odios, instaló la bronca en todas mis arterias, e hizo de mí una mujer resentida.
El día que tiré sus inmundas ropas por la ventana sentí la plenitud en la piel. Misión cumplida. Con vos, nunca más. No voy a negar que fue una decisión difícil, de esas que te comen la cabeza muchos años, hasta que tu propia dignidad te empuja a hacerlo. Te dejan de importar las apariencias, los comentarios en voz baja de los vecinos, dejás de forzar una familia perfecta que nunca existió.
Recuerdo que se fue sin chistar, creo que ni siquiera se despidió de su hija. Un auto rojo lo estaba esperando afuera del country, y nunca más lo trajo de regreso. Después vinieron las audiencias conciliatorias, la división de bienes, el psicólogo para Huerto y la frustración de darte cuenta que por 15 años fuiste el trapo de piso de un tipo que nunca alcanzaste a conocer.

María Albertina

Acaso es sólo el referente de las historias que se mezclan en mi retina, en mi memoria vaqueteada por tanta telenovela basura narrando finales imposibles que quisiera fueran míos. Mi ex es siempre el mismo. De todos los que asomaron la nariz, es el único referente de amor inapropiado. Inapropiado para mi, inconveniente para él. Y el cariño en otra historia.
Aburrida de evocarlo en cada tarde somnolienta, fastidiada de revivirlo en las frases sueltas de algún libro tapa blanda de autores postergados, supe que si no lo olvidé fue porque no quise enterrarlo. Nunca lo odié, ni lo extrañé. No se me ocurrió pasar por las etapas de duelo que ordena la psicología, categorías que se burlan del dolor de uno fundiéndolo con el de otros miles de ineptos que no saben como seguir después que le martillaron el futuro.
Con el tiempo entendí que, mi ex, era ese muñón de pasiones atrofiadas que me recuerdan que sólo porque yo te quiera vos no tenés que quererme. El impulso por el cual renuncié a los ideales que venía forjando desde que asumí mi rol de oveja verde en el prolífico rebaño familiar. Mi vulnerabilidad hecha persona. Inapropiado para mí. El príncipe de mi cuento maravilloso, blandiendo la espada cada vez que se me antojaba apremiarlo. Inconveniente para él.
Yo me negaba a ser, ante todo, sumisa. Él no podía llevar peso extra en su camino al éxito, en su afán de estabilidad, en su sueño de burguesía ostentosa con casa de tejas y living de terciopelo. Así que un día no llamó, y yo nunca le reclamé.

María Julia

Iba caminando por centro, mirando tiendas y algunos hombres que todavía lucen un bronceado perfecto, cuando el reflejo de unas de las vidrieras me muestra la terrible noticia. Mi ex, con su nueva novia, se acercaban hacia el negocio en el que yo estaba; mis ganas de correr sólo terminaron en hacerme la distraída, darme media vuelta y tras un par de peripecias marchar hacia la otra punta de la peatonal.
Mientras recuperaba mi andar tranquilo, pensé en que la mayoría de las mujeres tenemos una especie de trauma con los ex; no queremos verlos, ni saber de ellos; mucho menos conocer a la nueva novia. Y aunque debo reconocer que pasé por estas etapas con mis otras relaciones, con el último este sentimiento es multiplicado por 5.
Aún no se si es por sus interminables arranques de celos que lo hacían el hombre más insoportable del mundo, o por su retrogrado machismo que me hizo llevar con él una interminable lucha de poder entre géneros. No lo sé, lo único que puedo decir con certeza es que desde que nuestra relación termino, nunca más quise saber de él. Las consecuencias fueron meses de soportar miles de preguntas por parte de mis tías, que lo adulaban por ser lindo.
En fin, aunque intente analizarlo no termino de entender lo que genera la mala relación con los ex, por lo que decidí retomar mi hábito de mirar vidrieras y algunos lindos chicos, mientras me repetía para mis adentros: -Pobre de la chica que ahora lo tiene como novio, o es muy buena o muy boluda!

María Guadalupe

Me sentí una tonta. Poco experimentada, desencajada, vacía. Tan breve en mi condición de mujer. Ellas amontonaban historias, alguna gritaba cuando recordaba una extravagancia o hablaba bajito para que no escandalizara lo que estaba contando que de por sí, era de no creer. Y yo, como una estúpida, calladita la boca.
Es que no tengo ex, porque soy mujer de un sólo hombre. Lo que no era un problema hasta la cena de amigas del sábado y cruz diablo por lo que voy a decir, pero ahora me remuerde la conciencia esta incertidumbre. Sí, esta sensación espantosa de no tener referentes como las otras.
Ellas dicen: porque tal en la cama era un león, y aquel la tenía así de chiquita, y fulanito me trataba como una princesa y mejor ni las hablo de ése porque era lamentable.
Entonces yo ahora miro al santo de mi marido con el mismo amor de siempre pero me pregunto con un dolor de estómago terrible si él – que también es hombre de una sola mujer – no se hará las mismas infelices preguntas.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuántas Marías! Feliz comienzo. Un beso, Clara.

Anónimo dijo...

Albertina somos la misma persona o tenemos el mismo ex... jaja muy lindo.. Cele

Anónimo dijo...

Buenísimo. Me hicieron reír y, mal que me pese, recordar a mi ex.

Anónimo dijo...

Guadalupe es mujer de un solo hombre? Nena, como haces!!!!

Otras Marías dijo...

Cele, no te conozco, pero creo que, lamentablemente, todas tuvimos un ex que optó por su prioridades antes que por nosotras.
M. Albertina.

Anónimo dijo...

Guadalupe sos la María que le trae romanticismo a la vida frente a las otras despechadas... jajajaja...
No te conozco pero me da mucha ternura que seas María de un solo Juan. Te deseo suerte y que puedas descubrir muchas dimensiones de la persona que tenes al lado para no sentir curiosidad, tras las charlas de mujeres de uno que otro sábado por la noche... Besos y sigan-sigan!!

Anónimo dijo...

Mi ex me genera lo que a Ma. Julia, pero por otras razones: él es el buen chico al que destrocé el alma cuando, por no saber lo que quería, lo tomé por venado cientos de veces.
Él me recuerda el monstruo que fui, lo mucho que me abusé de su paciencia, de su bondad, de su fidelidad en todos los sentidos, así como la red de mentiras que tejí para salirme siempre con la mía.
Pobre el muchacho de ojos brillantes y sonrisa generosa.
Felicitaciones a las Marías.

Una María más, vestida de sapo.

Anónimo dijo...

Que buen comienzo Marías, las leo por primera vez y ya las quiero, y las entiendo, porque también soy María, un poco sapo, que un príncipe supo besar y convertir en princesa, y quiero decirte, a vos María Guadalupe, disfrutá de ser la María de uno, porque estás libre de malos recuerdos, de malas experiencias y sobre todo de lágrimas de sangre por amores desdichados. Sé feliz! para qué querés las experiencias si son ellas las que te iban a dejar el corazón rasgado... cuidá tu relación y no te entusiasmes con anécdotas de Marías sufridas y abandonadas....

Con cariño,,,, otra María.

Maria de los Angeles dijo...

Chicas sin palabras....
Porque tengo un poco de todas menos de Guadalupe nose si es mejor o peor pero es lo que la vida me da.
besos
Genial esata idea alguna dia tal vez detallo alguna de mis novelitas jaja
María de los Angeles

lore77 dijo...

felicitaciones!

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