domingo, 11 de abril de 2010

Especial de Sábado

María Carolina
Como si hubiese perdido la noción del tiempo, la semana se pasó volando y son las 19 horas del sábado. Peleo contra mi cansancio acumulado. No tengo planes firmes: opciones hay, pero nada consistente.
“Estoy entre alquilar un DVD y tirarme en el sofá, mientras me como unos sandwichitos, o llamar a alguno de mis amigos solteros para ir a tomar algo por ahí”, le digo a María Cecilia, cuando me encara con el clásico “qué hacés esta noche” encabezando la conversación telefónica. Su intención no tiene un objetivo filántropo: quiere saber si por casualidad estoy por salir con alguien este sábado.
Como el 90% de mis amigos está en pareja (si, 9 de cada diez amigas o amigos tienen esposa/marido, concubina/o, novia/o o touch and go con quien hacer planes un sábado a la noche), excepto que haya programado con cuatro días de anticipación, sé a quienes no llamar a media tarde para hacer planes que comenzarán algunas horas después.
“Hoy no quiero música fuerte, preguntas desubicadas, adolescentes abalanzándose por alcohol al lado mío… y menos rodearme de cincuentonas en algún bar de otras características”, le digo a mi hermana. “El próximo sábado, veremos”. Intenta empezar con sus sermones, pero la interrumpo con mi comentario sobre la nueva variedad de sandwichitos que pienso armarme esta noche. Mientras, trato de pensar cuál es la comedia romántica de turno, que me serene las pocas neuronas que esta semana me dejó funcionando.


María del Pilar
Ya me depilé, me humecté la piel, investigué cada uno de mis poros con la torturadora pincita y apliqué la crema de pepinos sobre toda la cara. Tengo envuelto el pelo con una toalla empapada en savia vegetal para mejorar las raíces y las puntas. Un algodón entre cada dedo del pie para que no se manchen con el esmalte. El olor a cera inunda la casa y sobre la mesa del comedor se desparramó el estuche del make up…Todo es un caos.
Huerto salió temprano con sus amigas, por lo que estoy sola. Al fin puedo poner Perales al máximo volumen y tomarme una copa de vino en la hamaca del patio, hasta que el reloj me recuerda que se hace tarde.
Corro al vestidor, me enfrento al realista espejo y de a poco voy sacando todos los productos aplicados. Controlo que no haya rastros de ninguno de ellos. “Parece que está todo bien”.
Me visto. La ropa adecuada para los planes ideales. Suelta, que no marque los rollos, que disimule la piel naranja. Ya casi es la hora y todavía no me perfumé. Dos gotitas de Gucci es todo lo que necesito.
Estoy lista, mi lugar en el mundo me está esperando. Ahí voy con la copa de vino aún sin terminar en una mano y un cigarrillo en la otra, a concretar el plan perfecto para una noche como la de hoy: películas europeas sin subtitular.


María Julia
¡Llegó al fin! Llegó el sábado, y lo mejor era su noche.
Después de varios mensajes en una especie de cadena, que a veces se cortaba, y de algunas llamadas, la noche del sábado estaba organizada.
Es que de todas las salidas: el jueves de mujeres, el viernes de películas en el cine o en alguna casa, la noche del sábado era especial.
La organización previa, el encuentro en una casa antes de salir y hasta la decisión de qué ponerse, eran los condimentos perfectos para una gran noche. Y así fue, nos encontramos en casa pasada las 23:00 hs. para tomar algo y de ahí un taxi nos llevó al lugar elegido.
Sabía que era probable que el morocho de sonrisa perfecta estuviera ahí, pero también me entusiasmaba la idea de conocer a alguien nuevo. Y si no era así por lo menos sabía que me divertiría con alguno; porque si hay algo que conozco de los hombres, es que los sábados por la noche todos se regalan.
Así comencé la rutina de la noche del sábado. Primero dí una vuelta por el lugar para ver a lo mejor del otro género, después me acomodé en la barra con mis amigas y por último lo busqué a él. Y si, siempre terminaba haciendo lo mismo, siempre lo esperaba a él, al único morocho que me volvía loca.
Pero lo importante era estar ahí, con bebida en mano o sin ella, bien vestida o casual, con amigas o amigos. Era el momento ideal. ¿Qué más le puedo pedir a una sola noche?


María Guadalupe
Él siempre tiene peros. Que Susana es aburrida: sólo habla del trabajo; que el marido de Amalia es insoportable: quiere saber cuánto gano; que a Pato no me la banco: habla siempre de ella y dice todo el tiempo “yo” pero suena “sho” y me taladra los oídos...
Mis amigas y los novios-amantes-maridos- de mis amigas, son cosa intolerable para mi querido esposo. Aquel sábado cuando desoyó mis ruegos y volvió a organizar la tradicional cena con sus compañeritos de la secundaria, me vio todos los dientes.
Primero, como en acto reflejo, me devolvió la sonrisa, después se dio cuenta que estaba a punto de clavarle los colmillos. Y que esta vez me sobraba ponzoña.
La bronca se me atragantó en la boca. El llanto me saltó por los ojos. Al final hice un papelón y la escena infantil en la que sólo te sale decir porqué me haces esto. La arruiné enumerando defectos, errores y algunas mentiras piadosas sobre ese grupete de amigos suyo.
Le dije con la voz de pito toda entrecortada del llanto, que no era justo-no era justo-no era justo que nuestras salidas sean siempre con sus lindos compañeritos. Hay que reconocer que no me salió el rollo de argumentos que tenía para desplegar en mi defensa... pero que el llanto conmueve a los hombres.
Después de eso, al menos un sábado al mes cenamos con mis amigas. Él aprendió a reírse mucho con esos especimenes femeninos. Tanto como me divierto yo con sus amigotes.


María Albertina
Mi primer sábado de trasnoche me recuerda cuánto amaba mi yoly-bell. Tenía, apenas, doce años recién cumplidos, cuando la noviecita circunstancial de mi tío creyó hacerme el gran favor y me llevó a un boliche. Era, también, la primera vez que mis padres me dejaban salir con “amigos mayores” a comer algo, así que ella, aprovechó la ocasión. Sin preguntar, pagó mi entrada junto con la suya. Demasiado atontada con la situación, sólo atiné a seguirla. Y fue un verdadero desgarre. Yo, que todavía usaba enteritos de jeans y sábanas de Barbie, me sentí, más que nunca, niña.
Me mareé de tantas luces, y durante dos días, me dolieron los oídos. Todavía muy chica como para entender ciertas sutilezas, cerré la boca. Tuve miedo al reto de papá, sentí vergüenza de admitir ante mis amigas, tan ansiosas de vivir ese momento, que terminé llorando en el baño de casa, aferrada al cepillo de dientes, en el vano esfuerzo de quitarme el sabor dulce de un humo que sentía pegado a mi ropa, mi cuerpo, mi infancia.
Ya no recuerdo ni el nombre de la piba que aspiraba a convertirse en la tía del año, guiñando el ojo y prestándome un delineador. Pero lo que si tengo presente, es la angustia de mi primer sábado a la noche, cuando, sin pensarlo dos veces, me obligaron a ser partícipe de ese mundo donde sexo y alcohol son los protagonistas principales. Allí sufrí durante horas, por miedo a que los chicos se acercaran a hablar o me rozaran con demasiado interés. Era una nena, y quería volver a casa.
Aunque parezca contradictorio, me esfuerzo en mantener vivo ese recuerdo, para nunca, pero nunca, olvidarme de preguntar a quien está mi lado, si realmente desea dar el siguiente paso.

7 comentarios:

Blonda dijo...

Maria Carolina...mi plan fue igual al tuyo. Me vi el amor en los tiempos del cólera y tuve que ir en busca de 3 cajas de carilinas...Cuando te pase eso (lo que supongo que es frecuente como en mi caso), mandame un mail que te recomiendo un par de pelis para revolcarte en el sillon.

Y de lo que me dijiste, me da gusto sentirme acompañada en el sentimiento, aunque de verdad lamento que haya tanta gente como yo que la pasa tan mal en el laburo.

Un beso!

Jimena dijo...

que buen resumen de Sabados por la Noche!!!
Ahora tienen que contar como es una tarde de ustedes los fatidicos (por los menos para mí) Domingos!
Besossss!

Otras Marías dijo...

Blonda, si bien "El amor en los tiempos del Cólera" no entra dentro de las comedias románticas de turno (esas que te evitan, ante todo, pensar profundamente)... me encantó!!!
Y es bien, bien, bien para un sábado por la noche. Sólo el DVD y yo.
Besos!
Ma. Carolina

Lilith dijo...

Excelente Marias!...me identifico en algun punto con cada una de ustedes...sábados de pelis y desparramada en el sillón, sábados de depilaciones y cremas!, sábados de amigas y a la espera de ESE que te vuela la cabeza!...
Sigan así chicas! Besos!

Otras Marías dijo...

Lilith: ¿alguna vez pensaste en cómo sería nuestra noche de sábado sin ESE que nos vuela la cabeza?
Ma. Julia

Otras Marías dijo...

Jime, ya llegarán las tardes de domingo. Que también traen de todo!
Un beso de las cinco.

Lilith dijo...

Ma. Julia: ESE que nos vuela la cabeza forma parte de la cultura del sábado por la noche!, es un condimento más que le pone sabor a LA NOCHE que esperamos con ansias...como dijiste, lo importante es estar ahi!, con amigas o amigos, con él o sin él! QUE MÁS PEDIR A LA NOCHE!!!
Besos!!

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