domingo, 25 de abril de 2010

Un padrenuestro y a dormir. Amén


María Guadalupe
Padre nuestro, que estás en el cielo...me olvidé de pagar el teléfono... santificado sea tu Nombre... y maldito este conjuntito de ropa interior, ay mirá que gastado está este encaje, cómo no me había dado cuenta...venga a nosotros tu reino... mejor apago el velador y juro que mañana tiro este corpiño... hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo... menos en la cama donde hago lo que se me canta.
Danos hoy nuestro pan de cada día... pobre Alicia ella sola en su casa, abandonada, despechada, cornuda y yo tan cerquita de mi marido y este calzón estirado, pobre él conmigo...perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.... sí, tengo que perdonar, tengo que perdonar, tengo que perdonar o en cualquier momento voy a tirarle la primera piedra a esa desgraciada que hoy me trató de hereje.
No nos dejes caer en la tentación... el aborto legal salva vidas y esta estúpida pretende que en las villas las mujeres se cuiden con el método Billings... y líbranos del mal... de la gente ignorante y de estos calzones por favor.
Amén.
- ¿Qué?
- Nada mi amor, dije amén en voz alta, estaba rezando el padrenuestro de todas las noches.
- ¿Todo este rato para el padrenuestro? Creí que ibas por el Misterio. A ver... ¿qué eso? ¿Porqué no tirás al diablo ese corpiño?

 
María Julia
Padre nuestro que estás en lo cielos…. Mmmm… ¿Cómo seguía? No hay caso, el ser hija de ateos es como una condición que me marca y borra toda huella que haya intentado dejar la religión. Hasta esa, que mi tío con tanto ahínco intentaba dejar todas las noches de verano que pasaba en su casa.
“Padre nuestro que estás en el cielo” decía arrodillado al lado de la cama, que por unos días pasaba a ser mía, y junto con mis primas repetíamos como si fuera la tabla del 8. Después venía el ángel de la guarda y otras oraciones más que pasaron por mí, sin dejar ningún rastro.
-Ahora si van a dormir bien, porque las cuida Dios y el Ángel de la guarda -nos remachaba como antídoto para las posibles pesadillas. Yo me sentía un poco más aliviada; pero en el fondo sospechaba que nada tenía que ver Dios con los sueños que me provocaban las películas, que para mis 10 años eran de terror.
Pasaron los años, y el padre nuestro antes de ir a dormir, paso a ser una anécdota graciosa que recordamos con mis primas en las navidades. Y hoy con casi 30 años en la única ocasión en la que intento recordar cómo sigue la oración, es cuando entro a la iglesia porque mis amigas empiezan a casarse.
“Padre nuestro que estás en el cielo”… Mmm… Justo adelante me vine a poner. ¡Se va a ver en el video de bodas que no me sé la oración!


María Albertina
A pura fuerza de voluntad, llegaba a entredormirme. Pero era tal el miedo que, al final, cedía. Y rezaba. Un padre nuestro, tres avemarías. Lo indispensable para el lavado de conciencia antes de caer en el sueño profundo.
No me dieron chance en ningún sacramento. Me criaron bajo estrictas normas cristianas. Todavía conservo la imagen de San Bautista que me hicieron pintar en jardín. También el rosario de pétalos de rosas -por "el compromiso asumido con el Grupo Ecológico de la Institución"- que me dieron en 5º año.
Así que no es tan difícil entender porqué me costó renunciar. Fue una batalla campal entre mi corazón y mi educación. Ángel y diablito, todo el tiempo, sobre mis hombros.
Al final, la decisión estaba tomada, pero igual, cuando tenía que cumplir en las misas obligatorias de la Escuela, tiritaba, sumida por el miedo a lo esotérico, a lo inexplicable, por la sensación de desamparo que me generaba recitar, al impulso de mi mano sobre el pecho, "Confieso ante Dios todopoderoso, y ante vosotros hermanos, que he pecado en pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa".
¿Era yo, otra María Magdalena? No por puta, claro. Sino por mi enfermiza necesidad de dudar, de corroborar el dato, de creer en la ciencia. Nadie nunca me había explicado, hasta ahí, que la base de la filosofía y el conocimiento era la pregunta. Y yo, me horrorizaba de todas las que era capaz de crear mi cabeza adolescente.
Por eso, al momento de acostarme, eligiendo mis ideas, me obligaba a dormir sin rezar. Pero al final, era tal el miedo y estaba tan arraigado el hábito, que me escuchaba recitar, un padre nuestro, tres avemarías. Apenas lo indispensable para asegurarme un lugar en el cielo.

 
María Carolina
María Cecilia siempre fue una devota creyente. Todas las noches, antes de dormir, nos obligaba sutilmente a rezar el padrenuestro. Cada una de las tres se ponía de rodillas junto a la cama (al mejor estilo “escena de estampita”) y, desde allí, ella coordinaba el inicio de la oración. Debo decir que las dos menores nos volvimos bastante reacias al tema cuando fuimos creciendo, pero Mariaceci nunca abandonó su fe.
Recuerdo una noche en la etapa previa a mi adolescencia. Habré tenido unos 11 años, mi hermana mayor intentaba poner orden en la habitación y las menores nos resistíamos a dejar de pelear con las almohadas. En un abrupto rapto de nerviosismo por lograr el mando del grupo, Mariaceci empezó a hilvanar las primeras palabras de su oración nocturna. En el medio de almohadas que volaban pude escuchar lo que su inspiración y su enojo le dictaron: “hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo… y que ninguna de las dos consiga novio si no me hacen caso ahora mismo”.
Su frase fue suficiente para que mi hermana del medio abandonase al instante la batalla que manteníamos. Yo, entre estupefacta y apenas entendiendo el alcance de sus palabras, sólo la miré boquiabierta.
Algunas décadas después me pregunto si su fe tuvo algo que ver con mi vida amorosa


María del Pilar
Nuestro padre. Padre nuestro. Tu padre mejor dicho. Este mes aún no depositó el dinero para nuestra subsistencia.
Bendito sea el día 10, cuando ya dispongamos de la miseria de cuota que nos corresponde. Nos merecemos más, ya lo sé. Pero por el momento, tendremos que conformarnos con esto.
Gracias al cielo tenemos un lindo plástico dorado que nunca nos defrauda. Aleluya por eso y por las cuentas corrientes sin fin. Gracias también al coiffeur que nos hace dos cortes al precio de uno, y a la manicure que no nos cobra el limado de las uñas de los pies.
Debemos pedir perdón por los días en que no nos maquillamos. Y confesar con hondo pesar que a veces usamos pantuflas. Pero son detalles, hija mía. El mundo entiende que no se puede vivir sobre taco aguja todo el día.
Hosanna a los perfumes importados y a todo aquello que contenga seda inglesa en su textura.
Aleluya por el whisky escocés y los bocaditos de salmón. Que nunca falten en nuestra mesa. Y que nuestro paladar no nos permita probar alimentos excesivamente calóricos, sería un pecado capital.
Ahora, que nos sacamos las cremas y ya tenemos colocado el antifaz, podemos descansar en paz. Mañana será otro día. Mañana ya es 10.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Guadalupe,ya nos resulta imposible rezar y no pensar en otras cosas. Comparto eso con vos. Saludos Marías!!!

Anónimo dijo...

Anónima: a mí me sigue dando un poco de culpa, pero me resulta inevitable. ¿Sabés las veces que empiezo de nuevo la oración porque ni siquiera sé en que parte me quedé? Mi marido se burla, dice que así no sirve. Igual yo insisto con el padre nuestro todas las noches, es casi una obligación, como lavarme los dientes antes de ir a la cama.
Ma. Guadalupe.

marianela dijo...

"el aborto legal salva vidas" que incoherencia tan grande :(

Anónimo dijo...

Marianela, para que entiendas mi postura te invito a visitar la Red Latinoamericana de Católicas por el derecho a decidir:
http://www.catolicasporelderechoadecidir.org/catolicas-1.php.
Al menos para contextualizar mi opinión, con todo respeto hacia la tuya.
Un beso.

Ma. Guadalupe.

Anónimo dijo...

Me quedo con la Mary

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