domingo, 20 de junio de 2010

Bafana Bafana, tiempo de Mundial


María Carolina
Primero todo se cubrió de blanco, simulando una intensa nevada.
Por un minuto hice la prueba y me imaginé llegando al sur, en plena temporada alta, a punto de tomar un par de esquís. En ese momento Vero, tras un violento e imprevisto codazo, me bajó de mi sueño de invierno.
La plaza comenzó a llenarse de gente. Salieron de todos los rincones: un amplio abanico de edades, hombres, mujeres y niños componían el paisaje. Nosotras, al borde de la afonía, pero sin que nuestras cuerdas vocales nos abandonen por completo. En el descontrol, hasta llegué a hermanarme con un par de adolescentes cantando al unísono un par de cantitos desentonados.
Habíamos estado hasta hacía diez minutos en el bar de la esquina. La población era mayoritariamente masculina, pero las tres nos habíamos plantado ahí, decididas a seguir el minuto a minuto del primer partido. “Pasión es pasión”, suspiraba Vero, luego de las miradas risueñas que provocaban sus comentarios tras una jugada de riesgo.
Después llegó la palomita consagratoria del Sonry. El mensajito a mi prima que vive en Crespo, un pueblo del interior de Entre Ríos que vio nacer al dueño del primer gol del campeonato, quien nos trasmitía toda la alegría de sus vecinos vía celular. El sufrimiento porque el segundo no llegaba. Los gritos cuando todo terminó.
Y después a la calle, nevada de tanto papelito blanco. ¡Empezó el mundial!


María Julia
¡Sí! ¡Empezó! Después de ver a todos los noticieros anunciándolo, de miles de tandas publicitarias, del aluvión de merchandising, de bombos y platillos: empezó el mundial. Y aunque no me disgusta éste en sí mismo, detesto ver a los hombres como de a poco y, no tan lentamente, van perdiendo la única capacidad que los diferencia de los animales. ¡La razón!
Aunque estos se justifican diciendo que las mujeres nunca vamos a entender la atracción que ellos siente por este deporte, porque es algo que sólo “los hombres pueden entender”; yo creo que al contrario lo que no entendemos, no es el fanatismo por el fútbol, sino la pérdida vertiginosa de todo rasgo de pensamiento. Ya lo decía Sartre: La existencia precede a la esencia, y ese es el meollo de esta cuestión; “el hombre no es otra cosa que lo que él se hace” y en ese hacerse se cree el deportista del año, el mejor director técnico, y hasta se profesan patrióticos por ponerse la camiseta y ver todo el partido.
Pueden no entender nada de de este deporte, pero su “condición” de hombres le da el derecho y el conocimiento necesario para criticarnos a las mujeres y tratarnos de ignorantes. Pobre de ellos que se creen el Ser y a veces están más cerca de ser La nada.


María del Pilar
Cancelé todos mis planes y actividades hasta el 11 de Julio. Inclusive el spa, el gym y las sesiones de acupuntura. Instalé la bicicleta fija en el comedor, compré toneladas de galletitas de arroz para devorar, y durante un mes pienso dedicarme a ver fútbol.
Cualquier machista puede pensar que lo hago para evaluar el nivel de libido que despiertan los jugadores y que no entiendo nada de ese deporte que se creen tan de ellos. Pero no, lo mío con el Mundial es un romance que vivimos a pleno. Desde las 08:30 que arranca el primer partido del día, y hasta altas horas de la madrugada consumo ininterrumpidamente canales que transmiten desde Sudáfrica.
Ya conozco a todos los periodistas deportivos que están allá desde hace más de un mes, estoy informada sobre la lesión de la Brujita, aprendí de memoria el Waka Waka de Shakira y pronuncio casi a la perfección los apellidos de todos los jugadores de Nigeria, Corea y Grecia.
Cuando juega Argentina nos reunimos con las vecinas a ver el partido. Ellas comentan sobre lo linda que está Susana, o de la camiseta 2 talles menos que usa Jonás, mientras yo trato de explicarles porqué le cobraron posición adelantada a Carlitos o que Demichelis es, además de esposo de Evangelina Anderson, un gran defensor. Pero las chicas hacen oídos sordos, como si las vuvuzelas le hubiesen atrofiado el cerebro.
Igual no me importa, yo me río de sus ocurrencias y sigo ahorrando para que Brasil 2014 me encuentre disfrutándolo en vivo y en directo.


María Albertina
No entiendo a los indiferentes. Me gusta el mundial. No soy futbolera, pero eso no es impedimento. Si bien el offside sigue siendo una fórmula indescifrable, yo disfruto –también- de otras cosas: la ansiedad compartida, el grito que estremece, la agitación de ver crecer una esperanza que finalice en gol, la tarde dominguera llevado a un día de semana. El momento de plantarse ante una TV y ser colega de quien esté parado al lado. Me atrae la endorfina que corre por las calles en la previa de un partido.
Y si hay algo que por estos días acaba con mi paciencia, no son las vuvuzelas ni las voces de los que tienen “la justa” para que Argentina gane. Me chocan las frases que encasillan, al estilo “la gente se anestesia y se olvida de lo importante”.
Por mucho fútbol que mire, ningún cordobés se olvida de que le están por abrir una mina a cielo abierto en medio de las sierras. Y aunque Messi meta diez goles, ni un solo gualeguaychuense dejará de estar pendiente de la causa abierta en contra de la Asamblea Ambiental o de las escuetas propuestas lanzadas por el vecino Mujica.
El fútbol es, como el mate y el dulce de leche, uno de pocos gustos argentinos que nadie se atreve a discutir. Pobre de aquel que no sepa disfrutarlo.


María Guadalupe
Día 1: El mundial trae a la rutina un poco de sobredosis. Cosas chiquitas que -nunca mejor dicho- motivan. El grito de gol que se escapa por la ventana del vecino. La foto de Messi que pegó Tato en la puerta de la carnicería. La publicidad de TyC Sport que pone la piel de gallina. El televisor que hizo poner el cura en la librería para que los empleados no nos perdiéramos el partido. Don Oscar con su camiseta de la selección con olor a naftalina. El corito de “o oo ooo oooo oooo” cuando en la cancha se entona el himno. La certeza de que en la calle no se caen ni las hojas de los árboles cuando juega Argentina.
Día 8: Me resisto a que me pasen estas cosas. Juro que revisé el almanaque a ver si estaba en “esos días”, pero ni cerca. Es vergonzoso, ni lo digan, pero les juro que este clima de mundial empieza a sofocarme. Tanta banderita, tanto marido monotemático, tanto noticiero desde Sudáfrica, tanto marido monotemático, tanta publicidad celeste y blanca, tanto marido monotemático, me están poniendo los goles de punta. Los pelos, digo. LOS PELOS!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Mundial? que mundial? vivo en un tupper... soy como María Guadalupe.

un beso

Anónimo dijo...

Hay para todos los gustos, no?
A mí también me gustó mucho la publicidad de TyC... no que se te desprende alguna lagrimita María Guadalupe?
Julieta

Otras Marías dijo...

Y sí Ana, una no puede con su genio. Ni con el del marido.
Un beso. Ahora me doy una vuelta por tu blog!

Ma.Guadalupe

Otras Marías dijo...

Ana, qué le vamos a hacer, con el genio de una no se puede!
Julieta, la publicidad me encantó, me emocionó tanto como el tarareo del himno, pero pasé a la etapa del hartazgo. Y es obvio quién tiene toda la culpa: sí, sí, mi maridito!
Besos a las dos.

Ma. Guadalupe.

Lilith dijo...

Se muy poco de fútbol, pero como argentina que soy me siento con tanto derecho a opinar sobre posición adelantada y la defensa argentina, como de la camiseta ajustada de Jonas y lo fuerte que está Pipita Higuain jaja!
No podemos negar que todo esto forma parte del folklore argentino!...entre banderas, vuvuselas y hasta mi perra vestida de celeste y blanco ALENTANDO A LA SELECCION!!!!!
Besos a las 5!!!!

Otras Marías dijo...

Viste cómo sufría el Pipita cuando llegaron en el cole, Lilith? ;-) Snif, snif...
Besos.
M.Carolina

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