domingo, 25 de julio de 2010

Ropa para fiestas, una decisión crucial


María Julia
Tenía una fiesta, pero la pregunta ¿qué me pongo? no era esta vez un inconveniente; ya había imaginado con anticipación el conjunto ideal para la ocasión.
Tranquila, sin desesperarme, casi convencida de que el asunto estaba resuelto. Intenté no perder la paciencia, y seguí en el trabajo más difícil. El de pintarme los ojos para que quedaran más grandes que de costumbre, cerca de parecerse al de alguna modelo.
Venía pensado desde hacia varias semanas y en mi mente quedaba perfecto; era ideal para una noche de levante.
Lamentablemente nunca sufrí tanto como en el preciso momento en que al probarme el vestido, las botas, la camperita de hilo y el chal nuevo, que en mi imaginación tan bien combinaba, el espejo pareció pegar un grito de horror. Era tan feo todo puesto en conjunto, que podría compararse con esos dolores menstruales que aparecen el primer día y te doblan en la cama.
Pero ya no había otra, la culpa había sido mía por “no probarme las cosas antes” -como dice mami. Así que decidí cambiar mi salida y en lugar de una fiesta con hombres arreglados, me calcé un jeans y una camisa escocesa y llamé a Ana.

Terminé la noche en un café literario discutiendo y charlando sobre el voto femenino, escuchando a un corajazo que se animó cantar una de Silvio y segura de que el morocho que estaba en la mesa de enfrente, esta noche se acostaba conmigo.


María Albertina
Ir de verde era redundante. Sintéticos: imposible!!! Algo natural: seda. Y no demasiado extravagante, cosa de volver a usarlo. No vaya a ser que terminaran señalándome como adicta a la nueva tendencia del fast-fashion.
Era la primera vez que me invitaban a la cena de gala de la Asociación por el Cuidado del Ambiente. Qué ponerme, se volvió una decisión de carácter trascendental.
Después de dar trescientas vueltas al asunto, terminé vistiendo como mi abuela. Eso sí: respeté todos y cada uno de los preceptos de un buen ecologista.


María Carolina
Cumpleaños número 10 de la mayor de mis sobrinas. En todos los eventos de los pequeños atravieso el mismo conflicto, que es el de elegir qué ropa usar para ser la menos criticada del lugar.
La escena se repite: tía soltera, sin hijos, llega a la fiestita de su sobrina, donde todos los padres más o menos de la misma franja generacional están rodeadas de sus retoños y sus señoras esposas. La claqueta entra en acción: escena 10, toma ya vivida. ¡Acción!
Si el atuendo es clásico, siempre alguna buena mujer me dirá: “ay, nena, vos siempre así vestida… te vas a quedar para vestir santos”. El comentario está enmarcado en una sonrisa inocente, mientras miran a sus mariditos con un dejo de dulzura. Tienen buena onda, yo las conozco, pero ¿no podrían meterse en sus vidas?
Si me pongo un vestidito informal, aparece el otro bando. El de madres criadas en el parque jurásico: “María Carolina, ese vestido tan corto, para un cumpleaños de niños…” –Juro que usan la palabra “niños”, no nenes, pibes o chicos. Y la frase siempre la rematan con un “¿no será demasiado?”.
En fin, me parece que hoy le tocará a San Jean.


María del Pilar
El reencuentro con mis ex compañeras del colegio secundario ameritaba la máxima preparación.
Las organizadoras habían previsto una reunión informal, al mediodía, estilo campestre y relajado, lo que no obligaba a dejar el look en segundo plano, al contrario….ese tipo de eventos necesita un estilo definido, sencillo pero no casual.
Un buen par de jeans dentro de las tejanas, era la primera opción. Pero el tiro bajo no favorece mis caderas, y los más altos casi logran ahorcarme. Me decidí entonces por una pollera a la rodilla, color chocolate e insinuante por donde se la mire. Para usarla con cancanes opacos y botas de caña larga. Para arriba una camisita de corte español, un pañuelo al cuello, anteojos de sol oscuros y la mejor de mis carteras.
Esa mañana, antes de salir de casa, Huerto intentó abortar mi vestimenta, aduciendo no estar acorde a la reunión ni a mi edad. La mayoría de las veces hago caso a sus consejos, pero esta vez me creí iluminada y eterna, como la canción de Ricardo Montaner.
Ay hija….cuánta razón tenías…
Cuando llegué, sentí las miradas de mis compañeritas posadas sobe la falda de la pollera, y los ojos de sus esposos en el escote de la camisa. Me dio vergüenza, pudor…quise salir corriendo y me pregunté mil veces porqué no escuché los retos de Huerto. En fin, ya estaba ahí….tunneada por donde se me mire, sola, despechada y con una copa de champagne en la mano. Sólo quedaba disfrutar, después de todo, sigo siendo la reina de la promo.


María Guadalupe
Es la cuarta vez que abro la puerta del ropero. Y en cada intento una parte de mí espera el milagro; la otra sabe que pierde el tiempo. Conozco toda la ropa que cuelga en las perchas.
Nada me sienta bien esta noche.
Esto me lo puse veinte veces y esto no da, lo otro no me combina, aquello está pasadito de moda, el jeans es muy jeans y la pollera se me levanta porque se encogió, aunque mi marido diga que estoy rellenita.
Así que ahora llevo veinte minutos parada frente a este ropero. Ojalá fuera como el de Narnia... Miro hondo. Miro lejos. Miro sin ver.
Sé que jamás voy a encontrar el vestido que busco, sólo porque no me lo compré. Todo me parece feo. Me veo fea. Pienso que ‘rellenita’ es una palabra espantosa. No quiero salir.
A los cinco segundos mi maridito entra corriendo al cuarto. Me encuentra encerrada dentro del ropero, gritando como loca. Ríe nervioso con cara de te-mato.
A mí la descarga es lo que mejor me sienta.

5 comentarios:

Marina Judith Landau dijo...

Me encantaron las versiones de un conflicto conocido... y me sonreí varias veces, identificada.
Yo adoro a San Jean!!
Besitos.

Otras Marías dijo...

Dondelohabredejado:
A veces pruebo con otras cosas, pero "San Jean" siempre te saca de cualquier apuro.
En cualquier situación: para las fiestitas de mis sobrinas, para una salida. Lo que cambian son los accesorios.
Besotes!
María Carolina

Anónimo dijo...

yo soy otra seguidora de San Jean, también... y si no se puede (antes lo hacía, ya no) y tengo que ponerme algo mas formal, no es importante el conflicto, son dos o tres cosas nomás entre las que decidir...sin vueltas, no hay mucho que decidir!

un beso

Anónimo dijo...

Ahh, tal cual, qué problema es elegir a la hora de tener que hacerlo. Y sacás todo el ropero, todo sobre la cama y te vestís, pero después del maquillaje, pasás por el espejo del pasillo y no te gusta, y terminás cambiándote en el último segundo.
Por eso hoy, todo lo mío son jeans, de todo color, estilo, pero sólo eso.
Y así me muevo por la vida.
A veces estaré un poco ridícula pero qué se le va a hacer!
Besos para todas!
Lady Baires

Otras Marías dijo...

nadasepierde: Qué suerte! Yo soy bastante más vueltera... será por eso que siempre cierro con el jean, ja ja ja.
un beso. María Carolina

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